La ermita de la Concepción, dedicada en origen
a San Vicente, es un templo que por si solo hace que merezca la pena la
escapada a estas tierras castellanas del Condado de Treviño situadas en
pleno corazón de Álava.
LA WEB SOBRE OCHATE
miércoles, 27 de noviembre de 2013
LA HISTORIA DE CÓMO EL EUSKERA SOBREVIVIÓ AL LATÍN
Euskara jendea. Recreación de la cohorte várdula del imperio romano que aparece en el documental.
DIARIO VASCO
DIARIO VASCO
Durante la filmación de 'Euskara Jendea: Erromako inperioan' se halló la lápida de Cayo Mocconio Vero, en la que se habla del censo de pueblos vascos
El perdurar en la historia del euskera fue recogido por
Juan Carlos Etxegoien, 'Xamar', en su libro 'Euskara jendea'. Las
asociaciones Ibaizabal-Mendebalde y Zenbat Gara decidieron aprovechar
ese trabajo para convertirlo en una superproducción audiovisual. Lo
dividieron en seis documentales que persiguen la historia del euskera y
su evolución a lo largo de las diferentes épocas, desde la prehistoria
hasta nuestros días.
En el segundo de esos capítulos, que ayer se estrenó como
audiovisual participante en la sección oficial del Ficab XIII, el
momento histórico es el imperio romano. Durante su filmación, el equipo
responsable 'redescubrió' una lápida funeraria que había sido hallada en
Roma muchos años atrás. Se sabía de su existencia, pero no dónde estaba
hasta que Euskara jendeak siguió su pista hasta un almacén del Museo
del Louvre. En la lápida se enumeran los méritos de Cayo Mocconio Vero,
entre ellos, el censo de las 24 poblaciones vasconas y várdulas que
realizó. Oiasso la ha solicitado para exhibirla en su colección.
Con ésta y otras pruebas igualmente sólidas se sienta la
base para poder desmentir, lejos de toda duda, que los vascones y las
otras tribus del territorio vascoparlante de entonces (vardulos,
aquitanos, caristios, autrigones) vivieran ajenas a los romanos, a su
organización social, a su idioma, a su cultura.
Roma llegó, fundó ciudades, construyó calzadas, explotó
recursos, estableció comercio... «Y los autóctonos aceptaron entrar en
el sistema romano», apunta el documental. Un sistema que funcionaba «en
latín. Los romanos imponían que toda relación con ellos fuera en su
idioma», como es lógico. Tal y como señala en el propio documental la
profesora de Historia Antigua de la UPV, Elena Torregarai, «ser
ciudadano romano no era un derecho, sino un privilegio» que muchos
quisieron ganarse en el ejército. Los romanos reclutaban 'tropas
auxiliares' en los territorios conquistados y hubo cohortes de várdulos,
de aquitanos, de vascones. Si sobrevivían hasta licenciarse, 25 años,
aquellos legionarios obtenían su recompensa en forma de ciudadanía y de
un territorio en el que asentarse que recibía el nombre del propietario
más el sufijo 'anus'. En una desviación lingüística causada por el
euskera, surgen los 'ain', 'in', 'ano', tan frecuentes en toponímicos
como Belaskoain (Belascoanus, la tierra de Belasco), Andoain (Andoanus),
Guendulain (Centuliano)...
Queda claro que si el euskera sobrevivió no fue por
permanecer aislado. La pregunta en el aire es, por tanto, por qué al
contrario que otras lenguas de territorios romanizados en toda europa,
incluidas las vecinas celtíberas, la tartésica o la ibérica, cuando Roma
cayó, el euskera seguía existiendo. «Tal vez, como sugirió el lingüista
Koldo Mitxelena, el verdadero enigma del euskera no es su origen, sino
cómo ha conseguido perdurar hasta nuestros días», se lee en la web del
proyecto, euskarajendea.com.
Un proyecto 'imposible'
En esa web se explica el porqué y mucho del cómo de este
proyecto y, por la lista de colaboradores y de participantes, se aprecia
que ha sido la labor de un equipo muy amplio. «El trabajo de mucha
gente para que esto salga adelante es impagable. De hecho, no lo hemos
pagado. Hubiera sido imposible», confiesa Lutxo Egia, uno de los
miembros del equipo responsable de esta serie documental.
Se refería no sólo al capítulo proyectado ayer, sino al
conjunto de la serie, filmada con «entrevistas, recreaciones,
dramatizaciones, mucho grafismo» y en muy diversas localizaciones. «Un
trabajo arduo, de más de dos años, pero cuyo resultado es muy
interesante porque ha surgido algo que en formato audiovisual no
existía». El capítulo de ayer se estrenó en Irun. Otros han visto la luz
en Bilbo, en Barcelona... «Ahora el reto es divulgar lo que hemos
hecho. Lo más importante es que llegue a la gente». Las maneras son
varias, pero la más importante es «el pack en DVD con todos los
documentales, que saldrá a la venta en la feria de Durango», anuncia
Egia.
martes, 26 de noviembre de 2013
EL REINO DE ASTURIAS EN VASCONGADAS
Artículo publicado en la obra “La época de
la monarquía asturiana;
actas del simposio celebrado en Covadonga
en 8-10 de octubre de 2001”.
ARMANDO BESGA MARROQUÍN
Universidad de Deusto
El Reino de Asturias y las Vascongadas
A la memoria de mi esposa, Susana Viguri,
que recién operada y en la clínica
quiso que asistiese a este mi primer
congreso.
RESUMEN
En este estudio se trata de resolver la
cuestión de la situación política de las Vascongadas durante los siglos VIII
y IX, que ha sido, dada la escasez de la documentación, el asunto de la
historia del País Vasco occidental en aquella época sobre el que más se ha
escrito. El análisis de los indicios documentales existentes permiten
afirmar que Álava (menos la Rioja)
y Vizcaya se integraron en el Reino de Asturias
desde el reinado de Alfonso I (739-757), mientras que Guipúzcoa,
salvo su borde más occidental, conservó su independencia hasta los
alrededores del año mil en que se incorporó al Reino de Pamplona.
LAS RELACIONES de las Vascongadas con el
Reino de Asturias constituyen el tema de la historia de este territorio en
los siglos VIII, IX y X sobre el que más se ha escrito. Una razón se
encuentra en la circunstancia de que las penurias de la documentación apenas
permiten tratar otros asuntos. Pero la causa principal de este fenómeno se
halla en la trascendencia política que se ha querido dar a la situación de
Álava, Guipúzcoa y Vizcaya en los últimos siglos del primer milenio, primero
en relación con la cuestión foral y después con la justificación o crítica
de los planteamientos del nacionalismo vasco. Esta circunstancia, que ha
desprestigiado el debate, y el hecho de que, aparentemente al menos, las
fuentes no puedan evidenciar una solución han provocado que el problema haya
sido abandonado en los últimos años. Mientras tanto, en las obras de
síntesis coexisten distintos planteamientos sobre la situación política de
las Vascongadas durante la época del Reino de Asturias.
La única forma de superar este estado de la
cuestión consiste en la realización de un análisis exhaustivo de todos los
datos existentes, porque la naturaleza de cada uno de los indicios que se
poseen permite por lo común varias interpretaciones, que de hecho han solido
formularse. Por ello sólo un estudio integral puede servir para hallar la
interpretación correcta para cada indicio y la solución adecuada para el
conjunto de los problemas, puesto que la coherencia constituye un criterio
decisivo en la resolución de cuestiones como la que nos ocupa. Sin embargo,
es claro que un análisis de ese género es imposible en una exposición como
la presente. En estas condiciones, lo único factible es señalar las líneas
maestras de la solución y dejar su argumentación para posterior ocasión (1).
Pero antes conviene realizar dos
consideraciones previas. La primera es recordar que las Vascongadas
carecían entonces de unidad, pues ha sido la historia posterior la que
se la ha dado. Esto significa que la solución puede no ser la misma para
Álava, Vizcaya —que eran más pequeñas que las actuales- y Guipúzcoa, que
probablemente ni siquiera existía. La segunda consideración es que no
existen pruebas evidentes para solucionar el problema de la situación
política de los territorios de las Vascongadas, pues de otra manera no sería
necesario un replanteamiento de la cuestión a principios del tercer milenio.
Esto significa que no es posible hallar una solución fuera de toda duda, y,
por tanto, a salvo de crítica. Por consiguiente, el objetivo debe consistir
en la elaboración de la teoría más razonable y coherente con los indicios
existentes.
Por ello conviene comenzar estableciendo
cuáles son las posibles soluciones y sus posibilidades de argumentación. Son
sólo tres y de muy desigual valor (2).
La primera es la de la
integración de las Vascongadas en el Reino de Pamplona.
Pero la realidad es que, pese a la aceptación que ha tenido y tiene esta
creencia, no puede argumentarse con ningún indicio hasta el año 984 (3). Y
el indicio aludido, el arbitraje de Sancho Garcés II entre el obispo
seguramente alavés Munio y el abad de San Vicente de Acosta (Cigoitia) por
el cobro de unas tercias sobre unas iglesias dependientes del citado
monasterio, no prueba nada (4). Como tampoco demuestra nada el segundo y
último indicio que puede aducirse antes del reinado de Sancho III el Mayor,
que es cuando se produjo la extensión de la autoridad del rey de Pamplona
por Álava y Vizcaya como consecuencia de la crisis del condado de Castilla
provocada por la minoridad del infante García (5). Este segundo indicio
consiste en la presencia del mencionado obispo alavés en la corte del
monarca navarro en el año 987 (6). Y estos dos testimonios no demuestran
nada no sólo por su escaso valor probatorio, sino, sobre todo, porque en la
historia del obispo alavés Munio hay otros datos más claros sobre la
titularidad de la soberanía del territorio en el que ejercía su
jurisdicción: en el 988 Munio es mencionado en un documento de San Millán de
La Cogolla calendado por el rey de León Bermudo II, el conde de Castilla
García Fernández y su tenente en Álava Alvaro Sarracínez (7); y, sobre todo,
al año siguiente el obispo alavés murió en San Esteban de Gormaz formando
parte del ejército castellano que trataba de detener una nueva invasión de
Almanzor, lo que zanja con claridad todas las especulaciones que pueden
hacerse sobre la dependencia política de este personaje (8). Por tanto,
no existe ninguna base documental para sostener la
pertenencia de algún territorio vascongado al Reino de Pamplona;
es más: la propuesta resulta inverosímil para el período de vigencia del
Reino de Asturias, pues como ha defendido Ángel J. Martín Duque, y han
aceptado ya bastantes autores, no es probable
que existiera un reino en Navarra antes de la época de Sancho Garcés I
(905-925), que corresponde al final del reino astur (9). Si se ha
defendido lo contrario es más bien por un prejuicio: considerar natural la
integración de las Vascongadas en el Reino de Pamplona por la comunidad de
origen entre los habitantes de Navarra y los de Álava, Vizcaya y Guipúzcoa.
Sobre esta comunidad de origen podría decirse bastante, pero no es éste el
marco adecuado para hacerlo y no resulta necesario, pues es sabido que la
comunidad de origen no es un elemento determinante, sino condicionante. Y la
propia historia del País Vasco muestra la escasa operatividad de este
factor, ya que lo que ha predominado con gran diferencia es la integración
de sus territorios en formaciones políticas ajenas a sus orígenes étnicos.
Por consiguiente, éstos en ningún caso pueden redimir de la tarea de la
argumentación. Y actualmente ésta es una empresa imposible (10). Finalmente,
es importante resaltar que esta larga disertación, pese a sus resultados, ha
merecido la pena, pues nos da una lección que conviene tener en cuenta: el
distinto rasero con el que se han medido las distintas propuestas sobre la
situación del País Vasco occidental y la poca exigencia que ha llegado a
haber para admitir una solución, ya que si se aplicara el mismo criterio a
la teoría que postula la integración de ese territorio en el Reino de
Asturias, no debería de haber duda de la vinculación de Álava y Vizcaya
durante el reinado de Alfonso I (739-757).
La segunda solución posible propugna
la independencia de las Vascongadas, que sus habitantes habrían defendido
ante los intentos de conquista del Reino de Asturias. Pero esta propuesta no
tiene tras de sí ningún indicio documental siquiera discutible. Su
argumentación se basa en dos planteamientos teóricos. El primero es el
argumento del silencio, cuya mejor defensa fue realizada por Andrés E. de
Mañaricúa, que ha sido también el autor que ha publicado el último análisis
importante sobre la cuestión objeto de este trabajo (11). Pero el argumento
del silencio, siempre insatisfactorio, lo es aún más en el presente caso.
Por una parte, no es la única vez en la historia del País Vasco en la que
desconocemos un proceso de integración, pues basta recordar, por ejemplo,
que también se ignora el momento de la conquista romana. Por otra parte,
también se desconoce el primitivo proceso de ampliación del Reino de
Asturias hacia el este y oeste, y, sin embargo, su existencia es indudable
en el reinado de Alfonso I. Además, la independencia de lo que podemos
llamar Saltus Vasconum en época visigoda ha dejado multitud de
testimonios en obras de todo género, por lo que el supuesto silencio de los
siglos VIII, IX y X no puede servir para acreditar ésta u otra propuesta. Si
se ha podido utilizar en ese sentido es porque en realidad su empleo ha ido
acompañado de un prejuicio sobre cómo deberían de comportarse los vascones
de aquel tiempo, que dista mucho de poder probarse. Por último, hay que
señalar que ese silencio no es completo. Existen voces y aunque la mayoría
son discutibles, no resulta verosímil negarlas todas (12). El otro argumento
es más bien una propuesta: considerar que la independencia de la época
visigoda se perpetuó hasta que se puede evidenciar la integración de los
territorios vascongados en un reino vecino. Pero tan válida, o mejor
inválida, es la propuesta contraria: partir de la dependencia comprobada y
retrotraerla en el tiempo hasta el momento en que se puede probar
documentalmente la independencia. Si el primer planteamiento ha podido
parecer más razonable que el segundo se debe en buena medida a la existencia
de una imagen del vascón indómito. Pero esto, pese a su gran
aceptación, es más un tópico que una realidad, como muestra la
historia del País Vasco, siempre dividido y generalmente integrado sin
problemas en Estados cuyo centro se encuentra fuera de su territorio (13).
No, no hay ningún motivo para considerar que la perpetuación de la
independencia es una hipótesis más razonable que la contraria. Al contrario,
el siglo VIII supuso unos cambios tan importantes, que bastantes autores
prefieren esta centuria para fijar el comienzo de la Edad Media. Las grandes
transformaciones son evidentes en España y Francia, y, en concreto, en los
territorios vecinos al País Vasco. Y también se pueden acreditar en su
interior: en el 766, antes de que culminara la conquista de Aquitania por
Pipino el Breve, los wascones del sudoeste de Francia, que proporcionaban a
los duques aquitanos sus mejores tropas, presentaron, sin haber sido
atacados, su sumisión al rey franco, acto que repitieron en los años 768 y
769 (14). Si al norte de los Pirineos la independencia vascona terminó de
esa manera a mediados del siglo VIII, no hay razones para suponer sin más
que se prolongara al sur, cuando, además, se tienen indicios de la misma
época que apuntan en sentido contrario (15). Por consiguiente, ni el
argumento del silencio ni el de la perpetuación de la coyuntura pueden
probar algo.
La tercera solución posible
es la de la integración de las Vascongadas en el Reino de Asturias.
Esta es la única teoría que puede argumentarse documentalmente. Además, son
muchos los indicios que pueden aducirse, si bien sólo afectan a Álava y
Vizcaya, pues de Guipúzcoa no se sabe nada
entre el 456 y el 1025.
Para elaborar la demostración conviene
empezar por una base sólida, fuera de cualquier discusión racional, aunque
nos lleve al final del período que queremos historiar. Y este punto de
partida es la información proporcionada por la Crónica Albeldeme en el mismo
momento de su terminación de que en los años 882 y 883 el conde alavés Vela
Jiménez defendía la frontera del Reino de Asturias (16). El que haya que
esperar a una fecha tan tardía para tener noticia de un conde del rey
asturiano en el País Vasco no resulta sospechoso, y, por tanto, carece de
significado. Y es que hay que recordar que el primer conde castellano
conocido aparece en la documentación en el 852 (17) y que en Cantabria no se
evidencia ninguna figura del mismo rango hasta el año 924-925, lo que sólo
puede predicarse para la Liébana, es decir, la comarca oriental y mejor
iluminada por las fuentes, pues en la Asturias de Santillana hay que esperar
a la época de Fernán González (18). Pero más importante es señalar que la
documentación de archivo permite testimoniar la autoridad de los reyes de
Asturias mucho antes del 882. El más antiguo diploma alavés corresponde a la
fundación de San Román de Tobillas en el año 822, lo que tampoco se aleja
mucho de la aparición de documentos en esta zona de España, iniciada en Mena
el año 800, y más cuando probablemente la fundación de Santa María de
Valpuesta del año 804 afectó a tierras de Álava. Ciertamente, casi todos
esos diplomas se refieren a la zona más oriental de Álava, que llegó a
formar parte del condado de Castilla, pero también hay que recordar que en
la donación de varias iglesias al monasterio de San Vicente de Acosta en el
año 871 aparecen citados tanto lugares del norte como del sur, y al este y
al oeste del Zadorra (19).
Una vez establecido que
el Reino de Asturias se extendió por el País Vasco,
el problema se concreta en averiguar cuál fue el momento en que se produjo
esa integración y cuáles los territorios afectados. Mirando hacia atrás
desde el reinado de Alfonso III ninguna coyuntura se muestra tan favorable
para situar esa integración como la del reinado de Alfonso I
(739-757). Como es sabido, en esa época
se produjo la primera gran expansión de la monarquía astur, hasta el punto
de que Alfonso I ha podido ser considerado el creador del Reino de Asturias
(20). Pero no se trata sólo de un planteamiento teórico, pues a partir de
este reinado comienzan los indicios que relacionan a las Vascongadas con el
Reino de Asturias. Uno de ellos alcanza la categoría de prueba y es
la repoblación durante el reinado de Alfonso I de
las Encartaciones referida por la Crónica de Alfonso III (21),
aunque seguramente este territorio era entonces muy poco vasco, ya que si
hoy forma parte de Vizcaya es por avatares de la historia posterior. Los
otros dos indicios son susceptibles de distintas interpretaciones. Dado el
carácter de esta exposición, voy a limitarme a enunciar las que considero
correctas, pues su justificación y la crítica de las otras posibilidades
llevaría mucho más espacio del que ocupa este trabajo (22). La Crónica de
Alfonso III señala que Alfonso I conquistó siete modestas localidades a
orillas del Ebro (23). Es evidente que estas operaciones militares
implicaron el paso de los ejércitos reales por Álava, y la versión Ovetense
de dicha crónica incluye también a Velegia Alabense entre las ciudades
conquistadas por Alfonso I. Sabido es que la crisis del emirato es la causa
principal de los éxitos del monarca astur. Pues bien, en estas condiciones
resulta inverosímil suponer que los indómitos vascones de las montañas de
Álava y Vizcaya, que seguramente apenas se diferenciaban entre sí,
asistieran como meros espectadores a estas empresas bélicas en los
territorios de su influencia. Más razonable es considerar que, ante un
enemigo común y las expectativas de una coyuntura muy favorable, los
vascones más occidentales llegaran a algún acuerdo con el rey asturiano.
Esto nos proporcionaría una hipótesis para explicar el origen de la
integración del País Vasco occidental.
Descartada la conquista, que no aparece en las fuentes ni es
verosímil suponer, sólo se puede recurrir al
pacto con los poderes locales para justificar la extensión del
Reino de Asturias por el País Vasco. Al fin y al cabo éste fue el
procedimiento utilizado por la monarquía astur en su expansión por el resto
de la cornisa cantábrica. Más aún, la integración de los wascones en el
ducado de Aquitania durante un siglo constituye un precedente y un modelo
que hace muy verosímil la presente propuesta. Hay que recordar que en
Francia los wascones comenzaron atacando a sus vecinos del norte, lo que no
impidió que después se aliaran con ellos frente al enemigo común que fueron
los francos, ante los que finalmente se sometieron a partir del año 766
(24). Por tanto, nada tiene de extraño que en España otros vascones, cuya
potencialidad militar ya no era la de antaño, se asociaran con los reyes
astures, herederos de sus antiguos enemigos, ante un adversario común (25).
El segundo indicio procedente del reinado de Alfonso I confirma la
hipótesis, pues la mención de Álava y Vizcaya en una crónica como la de
Alfonso III que sólo refiere hechos relacionados con los reyes asturianos no
puede tener otra interpretación que la de relacionar esos territorios, que
aparecen así por primera vez en la historia, con el Reino de Asturias (26).
Ciertamente, la Crónica de Alfonso III asegura que esas regiones fueron
poseídas siempre por sus habitantes, pero esta afirmación no puede
interpretarse en clave de soberanía (27). Su significado puede deducirse del
contexto y éste es claro: la repoblación del Reino de Asturias durante el
reinado de Alfonso I, pues la frase en que se cita Álava y Vizcaya figura a
continuación de la dedicada a enumerar las comarcas entonces repobladas y el
namque que la encabeza asegura la relación (28). En todo caso, parece
evidente que en una crónica tan ideologizada como la de Alfonso III no es
esperable encontrar un testimonio de la independencia de unos territorios
cuyo dominio era un objetivo claro del reino astur (29).
Ciertamente, los indicios reseñados son
discutibles y han sido discutidos. Si fueran hechos aislados se podría
considerar que no prueban nada. Pero a partir del reinado de Alfonso I las
noticias que relacionan a las Vascongadas con el Reino de Asturias se
multiplican. Particularmente importantes son las que provienen del reinado
de Fruela I, porque es el siguiente al de Alfonso I y porque son cuatro, es
decir, más de lo que se tiene para regiones como Asturias y Cantabria y la
misma cantidad que se posee para historiar la Galicia astur, cuyas
similitudes en esa década con el País Vasco occidental tienen que ser
significativas (30). Todo ello, a mi juicio, confirma la interpretación que
se ha dado sobre el reinado de Alfonso I. Veamos por qué.
El primero de los indicios es la rebelión de
los vascones que tuvo que someter Fruela I al comienzo de su reinado (31).
La rebelión implica la existencia de un dominio anterior, y la victoria, su
perpetuación. Es fácil negar que la rebelión fuera tal, pero hasta la fecha
ha sido imposible demostrarlo a los pocos que lo han intentado. Dado que el
enfrentamiento entre vascones y asturianos es indudable, lo cierto es que no
hay alternativa para la rebelión de la Crónica de Alfonso III, pues no tiene
sentido imaginar que fuera el resultado de una invasión vascona (que hace
tiempo que no se producía y nunca se había hecho en semejante dirección), ni
de un intento de conquista asturiana, pues no se entendería por qué el
cronista hubiera preferido transformarlo en una insurrección. Tampoco tiene
sentido dudar de la victoria, pues si el episodio hubiera acabado con un
fracaso del rey Fruela I, hubiese bastado con silenciarlo en unas crónicas
que apenas cuentan algo y cuyo objetivo es la exaltación de la monarquía
(32).
El segundo indicio es el matrimonio de
Fruela I con Munia (33), una prisionera hecha en Álava, pues su objetivo
político es evidente: el reforzamiento de los vínculos que unían al País
Vasco occidental con el Reino de Asturias. No hay que olvidar que el
matrimonio ya había servido en la corta historia del reino para unir a
Asturias y Cantabria, y que éste no fue el único enlace celebrado entre
miembros de la familia real astur y destacados vascones, ya que gracias a
una noticia de Ibn Hayyan conocemos accidentalmente que una hermana de
Bermudo I casó con un importante caudillo indígena (34). Al fin y al cabo,
no es ocioso recordar que en casi un siglo de historia del Reino de Asturias
se contempla la sucesión de una reina vascona, de un monarca medio vasco,
Alfonso II, y de un rey probablemente vasco, Nepociano (35).
El tercer indicio es la participación de
Fruela I en la fundación en el año 759 del monasterio de San Miguel de
Pedroso en la Rioja (36), que demuestra la integración de población vascona
en el reino astur. Por una parte, certifica la presencia del rey al sur de
unas tierras alavesas, que no le eran extrañas. Y, por otra, el diploma
fundacional presenta al monarca asturiano rodeado por una serie de monjas
que tienen nombres vascos o latinos, muy frecuentes en el País Vasco, como
el de la propia reina, no siendo descartable, como ha apuntado Y. Bonnaz,
que algunas pudieran ser parientes de la mujer alavesa de Fruela I (37).
Finalmente, el cuarto indicio es el ataque
musulmán contra Álava del año 766 ó 767, silenciado por las crónicas
asturianas, que no están para relatar fracasos cristianos (38). Existiendo
ya en el norte una monarquía, que había crecido notablemente en los últimos
años, no es verosímil suponer que cuando Abd al Rahman I se decidió, por
fin, a dirigir un ataque contra el territorio peninsular que escapaba a la
autoridad del Emirato lo hiciera contra una Álava independiente, cuya
peligrosidad para Al-Andalus no podía ser grande. Y más si se tiene en
cuenta la coyuntura turbulenta por la que atravesaba la España musulmana,
que conoció entonces nuevas revueltas. Por tanto, lo razonable es considerar
que al atacar Álava, Abd al-Rahman agredía el Reino de Asturias. Las más de
veinte campañas posteriores contra este territorio avalan esta
interpretación (39).
La historia del siglo que media entre el
final del reinado de Fruela I y la época en que tenemos acreditada de manera
indudable la integración en el Reino de Asturias revalida las conclusiones
alcanzadas.
Ciertamente, en ese período consta la
existencia de dos rebeliones contra los reyes asturianos, una contra Ordoño
I (850-866) (40) y otra en los primeros años del reinado de Alfonso III
(866-910) (41). Pero estos hechos sólo pueden probar las dificultades de la
integración, no su inexistencia, ya que la rebelión implica el previo
dominio asturiano, que, además, los reyes están dispuestos a mantener y que
se restablece sin problemas. No, no hemos vuelto a la época del Reino
Visigodo. Por otra parte, no hay que dar especial relevancia a la existencia
de dos rebeliones en el siglo IX, pues toda la centuria está llena de
episodios de ese género. Sólo en Galicia
Alfonso III tuvo que reducir cuatro. Pero
mucho peor era la situación en el antiguo Imperio Carolingio, en pleno
proceso de desintegración, y en Al-Andalus, donde en esta época la autoridad
del emir se reducía por momentos, hasta que hacia el año 890 apenas se
extendía por los alrededores de Córdoba. Por último, y esto es lo más
importante, estas dos fueron las últimas rebeliones contra el poder real de
la historia vasca.
El enemigo de los vascones occidentales
durante este período no fueron los asturianos, sino los musulmanes, que
realizaron una veintena de campañas contra Álava (42), de tal manera que fue
el territorio cristiano más atacado, hasta el punto de que G. Martínez Díez
ha podido escribir que a Álava le correspondió en suerte el convertirse
en el yunque que en los siglos VIII y IX atrajo sobre sí los duros golpes de
más del 80% de las campañas militares que los ejércitos de Córdoba
desencadenaron contra el naciente reino astur (41)". Que Álava fuera el
principal objetivo de los ataques cordobeses indica que no era un país
independiente, pues de lo contrario no se entendería la política de los
emires. No, el objetivo de estas expediciones tenía que ser el Reino de
Asturias. De hecho, muchos de esos ataques afectaron también a la primitiva
Castilla, cuya pertenencia al reino astur nadie puede poner en duda. Y
significativamente en bastantes ocasiones los historiadores musulmanes, al
narrar estas campañas, confundieron a Álava y Castilla, cuyas fronteras
todavía no estaban bien definidas. Un estudio pormenorizado de estas
campañas permitiría comprobar en ocasiones que el ataque musulmán era una
represalia a alguna acción del monarca asturiano, o la presencia de éste en
Álava, o la lucha de vascones junto a otros súbditos del rey astur.
Mas los vascones occidentales no lucharon
sólo con los asturianos frente a los musulmanes, sino también en sus guerras
civiles. Consta su participación en la guerra civil entre Ramiro I y
Nepociano que tuvo lugar en el 84344. Y esta intervención es muy distinta de
las que pudieron tener los vascones en los conflictos del Reino Visigodo a
favor de un usurpador, pues en esta ocasión apoyaron con los astures al rey
legítimo que, además, era seguramente vasco (45).
Otra prueba la tenemos en la Repoblación, el
fenómeno histórico más relevante de la España cristiana de la época. Y no
sólo en la muy importante colonización de pobladores de origen vasco en el
reino astur-leonés, sino también en la repoblación de Álava por gentes de
fuera del País Vasco46.
Para terminar, cabe hacer dos precisiones.
La primera es que puede parecer que lo
demostrado hasta ahora sólo afecta a Álava. Sin embargo, la argumentación
desarrollada es aplicable también a Vizcaya, que en la época del Reino de
Asturias sólo aparece en las fuentes en la ocasión ya reseñada. Pero la
segunda cita de Vizcaya testimonia con claridad su dependencia del Reino de
León, pues es la mención en las Genealogías de Roda del conde vizcaíno Momo
que se casó hacia el 930 con una infanta navarra (47), y en esa época, en la
Península Ibérica, sólo la monarquía leonesa estaba dividida en condados
(48). Nada permite suponer que esa dependencia fuera reciente. Al contrario,
todo apunta a que Vizcaya estuvo incluida en un concepto amplio de Álava
(49), cuya existencia puede acreditarse en los siglos XII y XIII, cuando la
documentación es más abundante y locuaz (50). En este sentido hay que
señalar que durante los siglos VIII y IX Vizcaya parece operar como un
traspaís de Álava (51), que el vascuence de los habitantes de ambos
territorios es el mismo, que significativamente constituye el dialecto más
singular de todos (52), y que el obispo que residió primero en Veleia
y después en Armentia fue realmente el episcopus alauensis o in
Alava, es decir, que el territorio comprendido entre el Nervión y el
Deva que dependía de él fue "Álava" desde el punto de vista eclesiástico
(54), al menos (55). No puede decirse lo mismo de
Guipúzcoa, que hasta el año 1025 permanece en una
prehistoria sin Arqueología. Ciertamente, se han aducido algunos
argumentos a favor de su integración en el Reino de Asturias, pero carecen
de fuerza probatoria (56). La misma donación de Olazábal del año 1025 con la
que Guipúzcoa entra en la historia parece indicar que su integración en el
Reino de Pamplona era reciente (57), y resulta difícil de imaginar que
pudiera ser fruto de una usurpación, pues hasta esa fecha no constan
acciones de ese género entre los Estados hispanocristianos (58). Por
consiguiente, hay que concluir que la Guipúzcoa al oriente del valle del
Deva, cuyos valles se orientan más hacia Navarra (59), debió de permanecer
independiente hasta los alrededores del año mil.
La segunda y última precisión debería
referirse al carácter del dominio de los reyes de Asturias en Álava y
Vizcaya. Pero cuando la documentación apenas da para testimoniar su
existencia, se comprenderá que poco pueda afirmarse algo en ese sentido. No
obstante, algunas cosas parecen claras:
Los territorios conservaron su independencia
social, que fue compatible con la dependencia política.
Los poderes locales, que probablemente
consolidaron su situación con el reconocimiento del reino astur (60),
disfrutaron de una gran autonomía, como lo prueban los cambios de soberanía
que se produjeron en los siglos XI y XII, sin que mediara conquista, salvo
tardía excepción.
Seguramente, los poderes del rey, que no
debían de ser muchos, no estaban definidos. Será la práctica lo que
contribuya a perfilarlos (61). Mientras tanto esa indefinición, comprensible
por la forma con la que se extendió la autoridad de la monarquía astur por
el País Vasco occidental, pudo favorecer alguna de las rebeliones, que, por
otra parte, testimonian las dificultades del proceso de integración. Pero
las mismas rebeliones prueban que los poderes del rey no eran sólo teóricos
(62). En este sentido cabe recordar finalmente el gran impulso que recibió
en esta época la introducción de formas de vida mediterránea en Álava y
Vizcaya, a lo cual no debió de ser ajena su inserción en el Reino de
Asturias, señal de la trascendencia de este fenómeno (63).
ARMANDO
BESGA MARROQUÍN.
Escaneado por A. Castejón.
domingo, 24 de noviembre de 2013
LA JUDERÍA NUEVA DE ESTELLA-NAVARRA
http://www.noticiasdenavarra.com/2012/10/17/vecinos/estella-y-merin...
r. usúa -
A juicio del historiador, este material hace pensar que "existían una relación comercial con la zona de Tudela y Zaragoza, donde se fabricaba este material. Tenemos que cotejarlo todavía, pero parece que sí".
Durante esta tercera excavación, que se prevé finalizar este próximo fin de semana, los voluntarios también han estado trabajando en un torreón buscando el inicio de la muralla. "Lo que hemos encontrado en una cata son veinte capas de suelo, cada pocos centímetros, pero no hemos podido comprobar todavía, -igual lo hacemos este fin de semana- si antes de construir la muralla de piedra había o no un parapeto de madera. Lo que sí parece es que, al haber tantas capas de suelo (de entre los siglos XII y XIV), esa podía ser una puerta de entrada y salida a la Judería; es sólo una hipótesis, pero tendría sentido", agrega. Documentar todo esos suelos les ha ralentizado bastante el ritmo, aunque no tienen una prisa excesiva, ya que "la idea es seguir excavando tres o cuatro años más".
Estos trabajos, iniciados en 2008, están dando muchas respuestas, pero, "como suele ser habitual, cada vez te surgen más preguntas". Eso sí, este año el CETE se ha quedado sin apenas ayudas del Gobierno y las actividades que se han realizado han sido con apoyo del Ayuntamiento.
Dirigida por el Centro de Estudios, está previsto que acabe este fin de semana
Se trata de un material poco habitual en Estella y que demostraría la relación comercial con el Valle del Ebro
La tercera excavación que
se está realizando en la Judería Nueva de Estella, dirigida por el
Centro de Estudios Tierra Estella (CETE-LI) y en la que participan un
grupo de voluntarios, ha permitido encontrar numerosos restos de
cerámica mudéjar, un hallazgo muy poco habitual en las catas que se han
realizado en la ciudad del Ega hasta ahora y que, de alguna forma,
vendría a confirmar la relación comercial que tenían sus habitantes con
la zona del Valle del Ebro.
estella-lizarra. "Hemos
encontrado mucha cerámica mudéjar de vajillas en la parte baja, en lo
que podría ser una especie de vertedero, junto a huesos animales. Es un
tipo de material distinto a lo que suele aparecer en las excavaciones de
Estella, sólo en la Judería Vieja se encontró algo, así que es un
hallazgo curioso", apunta Txemi Legarda, director de la excavación y
secretario del CETE. "Ese material lo utilizaba gente con un nivel
económico alto, era vidriada a diferencia de la que usaban los
cristianos por entonces".A juicio del historiador, este material hace pensar que "existían una relación comercial con la zona de Tudela y Zaragoza, donde se fabricaba este material. Tenemos que cotejarlo todavía, pero parece que sí".
Durante esta tercera excavación, que se prevé finalizar este próximo fin de semana, los voluntarios también han estado trabajando en un torreón buscando el inicio de la muralla. "Lo que hemos encontrado en una cata son veinte capas de suelo, cada pocos centímetros, pero no hemos podido comprobar todavía, -igual lo hacemos este fin de semana- si antes de construir la muralla de piedra había o no un parapeto de madera. Lo que sí parece es que, al haber tantas capas de suelo (de entre los siglos XII y XIV), esa podía ser una puerta de entrada y salida a la Judería; es sólo una hipótesis, pero tendría sentido", agrega. Documentar todo esos suelos les ha ralentizado bastante el ritmo, aunque no tienen una prisa excesiva, ya que "la idea es seguir excavando tres o cuatro años más".
Estos trabajos, iniciados en 2008, están dando muchas respuestas, pero, "como suele ser habitual, cada vez te surgen más preguntas". Eso sí, este año el CETE se ha quedado sin apenas ayudas del Gobierno y las actividades que se han realizado han sido con apoyo del Ayuntamiento.
RECUPERADOS EN GUIPÚZCOA RESTOS DE LA COLONIZACIÓN ROMANA
INSCRIPCIÓN ROMANA DE MEATZERREKA
Hallan una inscripción latina en una piedra procedente de Meatzerreka. Un erudito exhumó la piedra en 1804 y se la llevó a Madrid, y desde entonces permanecía en el olvido absoluto
17.04.11 - 02:34 -
KEPA OLIDEN | ARRASATE.
Recientemente el
catedrático de Historia Antigua de la Universidad de Alicante, Juan
Manuel Abascal, ha publicado en la revista 'Archivo español de
arqueología' del año 2010 un artículo dedicado a una inscripción latina
custodiada en el Museo de Segóbriga (Saelices, Cuenca), perteneciente a
la colección de la Real Academia de la Historia de Madrid, cuyo origen
era desconocido hasta la fecha.
La referida inscripción muestra el siguiente texto
latino: 'Valerivs tirio dialco votum libens me rito.', y, tal y como se
ha descubierto, fue llevada a Madrid en 1804 por el erudito José de
Vargas Ponce, después de exhumarla en el entorno de la ermita
mondragonesa de San Valerio de Meatzerreka.
La historiadora mondragonesa Arantza Otaduy Tristán, tras
leer el trabajo de Abascal, ha reconstruido la historia de este
hallazgo sensacional.
Esteban de Garibay
Otaduy señala que las primeras referencias escritas de
esa inscripción se encuentran en los textos del historiador Esteban de
Garibay, quien indicó que Juan de Ortega, obispo de Calahorra-La
Calzada, diócesis a la que pertenecía por aquel entonces Mondragón, se
había personado en el lugar para dar con el presunto enterramiento del
santo zaragozano San Valero. Y es que decía Garibay que en Meatzerreka
existía una piedra con un texto antiguo que mencionaba a ese santo.
Además, San Valerio tenía gran devoción entre los mondragoneses del
siglo XVI y éstos acudían hasta la ermita para realizar ritos que
aliviaban el dolor de cabeza.
Y fueron esos ritos los que hicieron sospechar a la Santa
Inquisición de que en Mondragón se rendía culto a un dios precristiano
llamado Decalgos, por lo que en los albores del siglo XVIII la piedra
inscrita fue retirada de la ermita y enterrada.
Hubieron de pasar varios años, hasta que en 1804 el
citado José de Vargas se personara en Mondragón para recuperar la
inscripción y llevarla a Madrid. Pero, los acontecimientos históricos
que se sucedieron a comienzos del siglo XIX hicieron que su estudio no
viera la luz, y, consecuentemente, el origen de esta piedra cayó en el
olvido durante más de 200 años, hasta la publicación del artículo del
año 2010.
Este importante descubrimiento, Según Arantza Otaduy,
podría «apoyar la teoría del historiador mondragonés José María Uranga,
quien siempre defendió la tesis del intercambio cultural dado en
Mondragón entre los romanos y las tribus autóctonas que moraban esa
tierra».
A juicio de la historiadora arrasatearra, también es
reseñable que la piedra «apareciese en el barrio de Meatzerreka,
tradicionalmente ligado a la minería del hierro. Siendo éste el mineral
que puede justificar la presencia de los conquistadores latinos. Por
último, el hallazgo contribuye a esclarecer, en cierto modo, el
oscurantismo existente en la historiografía local sobre la Época
Antigua».
Definitivamente, los ciudadanos de Mondragón «deben
sentirse muy orgullosos de la historia de su pueblo, porque allí se han
encontrado restos de todos los períodos de la historia occidental
conocidos». Como recalcaba Arantza Otaduy, de Mondragón «es el resto
humano más antiguo del País Vasco, el húmero de la mujer heidelbergensis
de Lezetxiki. También hay un poblado de la edad de Hierro en Murugain.
Se conoce la existencia de un castillo, el de Arrasate, previo a la
fundación de la villa. Su historia medieval y moderna es apasionante.
Sus moradores conocieron el declive de las ferrerías tradicionales y el
desarrollo de la Revolución Industrial. Parece inevitable ligar la
historia de Mondragón a la metalurgia del hierro y, ahora, la
inscripción CIL II 4977 del Museo de Segóbriga puede que abra el camino
al estudio de la extracción de ese mineral en el Mondragón de Época
Romana».
miércoles, 20 de noviembre de 2013
viernes, 15 de noviembre de 2013
VASCONIA ROMANIZADA; ITURISSA, UNA NUEVA CIUDAD ROMANA EN EL PIRINEO NAVARRO
Situada a mil metros de altura, en el centro de un gran hayedo y
a un kilómetro escaso de la localidad navarra de Burguete, ha
permanecida oculta durante siglos una ciudad romana, Iturissa,
presentada ‘en sociedad’ esta semana por los arqueólogos de la Sociedad de Ciencias Aranzadi.
Distribuidos en una superficie que alcanza los 30.000 metros cuadrados, han emergido a la luz los cimientos de numerosos muros de construcciones públicas y privadas de la antigua ciudad romana situada en las faldas del Pirineo navarro, a escasos 5 kilómetros de la colegiata de Roncesvalles.
Se trata de muros de un metro de ancho por dos y medio de profundidad y de pavimentos de las calles de Iturissa, que los arqueólogos han ido rescatando entre los árboles del bosque junto a numerosas piezas de cerámica, baldosas y objetos de hierro y bronce de los antiguos moradores romanos de esta población, enclavada en la ruta que nacía en Zaragoza y se dirigía hacia las Galias.
El origen de las excavaciones, según ha señalado a la Cadena SER Juantxo Aguirre, arquéologo coordinador de los trabajos y secretario de la sociedad de ciencias Aranzadi, fue el hallazgo de varios miliarios romanos en ese hayedo, que conservaban inscripciones latinas fechadas en los siglos III y IV de nuestra era.
A partir de ahí comenzaron los trabajos, enmarcados en un programa de la UE en el que han participado voluntarios internacionales de más de cincuenta años de edad, entre ellos seis ciudadanos italianos.
Según los expertos la ciudad estaba habitada por soldados vascones que actuaban como auxiliares del ejército romano.
Fuente: Mikel Muez | CADENA SER
Se trata de muros de un metro de ancho por dos y medio de profundidad y de pavimentos de las calles de Iturissa, que los arqueólogos han ido rescatando entre los árboles del bosque junto a numerosas piezas de cerámica, baldosas y objetos de hierro y bronce de los antiguos moradores romanos de esta población, enclavada en la ruta que nacía en Zaragoza y se dirigía hacia las Galias.
El origen de las excavaciones, según ha señalado a la Cadena SER Juantxo Aguirre, arquéologo coordinador de los trabajos y secretario de la sociedad de ciencias Aranzadi, fue el hallazgo de varios miliarios romanos en ese hayedo, que conservaban inscripciones latinas fechadas en los siglos III y IV de nuestra era.
A partir de ahí comenzaron los trabajos, enmarcados en un programa de la UE en el que han participado voluntarios internacionales de más de cincuenta años de edad, entre ellos seis ciudadanos italianos.
Según los expertos la ciudad estaba habitada por soldados vascones que actuaban como auxiliares del ejército romano.
Fuente: Mikel Muez | CADENA SER
sábado, 28 de septiembre de 2013
BETWEEN TWO EXPULSIONS: MUSLIMS AND MORISCOS IN NAVARRE (1516-1610)-Jesús M. Usunáriz
There is a general lack of studies on the Muslim population of the kingdom of Navarre or its relations with other Morisco communities in the bordering territories of Castile and Aragon after the decree of 1516 which dictated expulsion or forced conversion.
ENTRE DOS EXPULSIONES:MUSULMANES Y MORISCOS EN NAVARRA
JUDEO CONVERSOS EN NAVARRA
lunes, 2 de septiembre de 2013
EUSKOKARTVELIAN
SPANISH TOPONYMS IN KARTVELIAN SURNAMES
Ansa - Ansadze
Mentesa - Menteshashvili
Turbula - Turbuladze
Urtsela - Urtseladze
Alaba - Alabashvili
Karka - Karkashvili
Arsa - Arsashvili
Bast(uli) (tribe) - Bastashvili
Manoba - Manobashvili
Korduba - Kordubadze
Asula - Asulashvili
Lelia - Leliashvili
Sala - Saladze
Tsnoba - Tsnobashvili
Seria - Seriashvili
Oska - Oskashvili
Lulia - Luliashvili
Kanaka - Kanakashvili
Burdua - Burduashvili
Lama - Lamashvili
Obila - Obiladze
Varada - Varadashvili
Kasara - Kasarashvili
Merua - Meruashvili
Kauka - Kavkashvili
Gipa - Gipashvili
Beduna - Bedunadze
Tulika - Tulikadze
Velia - Veliadze
Abuka - Abukadze
Oliba - Olibadze
Gebala - Gebaladze
Setia - Setiashvili
Lesa - Lesadze
Blada - Bladadze
Salika - Salikashvili
Abdara - Abdarashvili
PRESENTE Y FUTURO DE LA VASCOLOGIA EN GEORGIA por el Dr Shota DZIDZIGURI
domingo, 25 de agosto de 2013
AL DAIETA-BERÉBERES EN VASCONIA
FUENTE PROYECTO MAURANUS
PROYECTO MAURANUS
Desde hace unos meses está disponible, en la página de Agustín Azkarate Garai-Olaun (director de la excavación de la necrópolis de Aldaieta y comisario de la exposición ) en Academia.edu, el catálogo de "Vasconia, tierra intermedia", cuyos autores son el propio Agustín Azkarate e Iñaki García Camino (se puede descargar aquí). La publicación es muy interesante, tanto por las piezas (que son muy buenas) como por lo que se cuenta acerca de los cementerios de Vasconia en los siglos VII-VIII d. de C. y la interpretación que de ellos hacen ambos autores.
¿Y qué tiene todo esto que ver con la antigua entrada de este blog (¿Al-Daieta?) de la que ha tomado el título ésta? Pues lo siguiente: en las páginas 91 a 93 del catálogo se trata el tema del ya famoso (al menos por aquí) anillo aldaietense y se ofrece, por primera vez, una nueva interpretación, en la línea de lo que se adelantó en aquel Coloquio Internacional de 2010 en Vitoria y que ya comenté hace unos meses. Azkarate y García Camino dan la siguiente lectura de la que citan como inscripción cúfica (no "pseudocúfica"): "Allah Rabbi", que se traduciría como "Dios es mi Señor". Y también citan, aunque brevemente, la posibilidad de que haya que relacionar la presencia de ese anillo en la necrópolis con los enterramientos B3 y B4, los de los marcadores genéticos de origen norteafricano.
Imagino que todo esto no sea más que el punto de partida para futuros trabajos en los que se detallen tanto la lectura de la sortija (y ahí podrá debatirse sobre aspectos epigráficos y filológicos que me son casi completamente ajenos) como sus implicaciones. Y su relación con el haplogrupo "bereber". En ese sentido, en la nota nº 9 se anuncia la próxima publicación del estudio pormenorizado de los anillos a los que hacen referencia en el catálogo por parte de M. Paz de Miguel y M. Antonia Martínez, de las universidades de Alicante y Málaga, respectivamente.
En cualquier caso, me alegra comprobar que lo que presenté en el blog (¡en primicia!) como posibilidad parece haberse confirmado y deja abiertas un montón de puertas interpretativas muy interesantes. Habrá que estar atento.
miércoles, 24 de julio de 2013
LAS FRONTERAS DE VASCONIA
Las fronteras de Vasconia
La arqueología desvela paso a
paso que en Álava se estableció la frontera entre el reino visigodo de
Hispania y el Ducado de Vasconia
Vitoria. LA
historiografía oficial ha defendido que esta tierra, Álava, cuando se
extinguió el Imperio romano, quedó deshabitada para ser poblada luego
por no sé sabe quiénes, gentes que constituirían una especie de
república independiente que pactaría, unas veces con el Reino de León,
otras con el de Navarra. Nada más lejos de la realidad. Ya lo decía en
1808 el académico de la historia Juan Antonio Llorente en su libro Noticias de las Tres Provincias Vascongadas,
que es una recopilación comentada de documentación de los reinos de
Navarra y Castilla del siglo XII, a propósito del tratado del 15 de
abril de 1179, entre Sancho VI de Navarra y Alfonso VIII de Castilla.
"Esta escritura cierra todas las puertas de la cavilación, y demuestra
con evidencia que entre los estados de Castilla y Navarra no había otros
intermedios, y por consiguiente ninguna de las tres repúblicas
imaginarias del país vascongado".
En Álava, el trabajo de los arqueólogos demuestra la continuidad entre la población tardorromana y la altomedieval. Ahí están los hallazgos del basurero tardorromano de Heredia, publicados por Idoia Filloy; las excavaciones en los despoblados de Aistra y Zornostegi, realizadas por Juan Antonio Quirós y su equipo; los materiales encontrados en la colina de San Pelayo, en Alegría-Dulantzi, no suficientemente estudiados; la necrópolis de Aldaieta, en Langraitz Ganboa, ampliamente investigada por Agustín Azkarate; así como los recientes hallazgos de Miguel Loza y Javier Niso en San Martín de Dulantzi. Unido todo ello a los estudios acerca de la delimitación de un espacio de frontera militar entre Vasconia y la Hispania visigoda, llevados a cabo por Iñaki Martín Viso, Juan Plazaola y Aitzol Altuna, entre otros, estructura el panorama de una realidad histórica hasta hace poco escamoteada, cuando no negada.
Los vascones son un pueblo antiguo, cuyos integrantes que probablemente se llamaban a sí mismos eusko, fueron denominados uasci y ausci por los romanos, lo que originó las denominaciones gentilicias vascón y auskitano o aquitano, así como los nombres de las poblaciones de Auski, actual Auch, Euska/Oska (Huesca) o Viroueska (Briviesca), capital de los autrigones, entre otras. Es de resaltar que es en Aquitania donde se encuentran las manifestaciones escritas más antiguas de la lengua vasca o, por mejor decirlo, protovasca. Actualmente se considera que los distintos pueblos de esta área citados por los cronistas de la antigüedad, entre ellos, Sertorio, Crispo, Varrón, Plinio, Ptolomeo y Estrabón, pertenecían a un tronco común con influencias más o menos grandes de sus vecinos celtas. Todos ellos experimentaron bajo la administración de Roma un proceso aglutinador de cohesión.
La adaptación de estas informaciones de la antigüedad a circunstancias marcadas por el foralismo provocó que no se considerasen relacionados con los vascones más que a aquellos pueblos que encajaban en el marco geográfico de Euskal Herria, es decir, los territorios donde entonces, siglos XVIII-XIX, se hablaba la lengua vasca. Éstos serían los vascones propiamente dichos, los bárdulos, los caristios y los autrigones y los berones. Sin embargo, al margen de que algunos de estos pueblos rebasaban el mapa de Euskal Herria, debe considerarse como pertenecientes al mismo grupo que los vascones -el pirenaico occidental-, a otros pueblos, como los iaketani, los suessetani, los arenosi o los andosinos, así como los de la Novempopulania, es decir, los tarbelii, con capital en Akize/Aquae Tarbellicae/Dax, en las Landas, el Bearn y lo que llamamos Iparralde; los auscii, con capital en Elimberrum (Ilunberri)/Euska/Auch, en el actual departamento de Gers; los bigerrii, con capital en Turba/Tarbes, en Bigorra; los convenae, con capital en Lugdumum/Saint-Bertrand-de- Comminges, en la región de Comminges (Alto Garona); los consorani, en torno a Saint-Lizier, en la comarca del Couserans (Arièja); los lactorates, en torno a Lactura/Lectoure, que ocuparían las comarcas de Lomagne, al norte de Gers, y el Agénois; los elusatii, con capital en Elusa/Eauze, en el Bajo Armagnac; los vassei o vocates, con capital en Cossium/Bazas, en el sudeste de la Gironde; y los boii, con capital en Lamothe/Teich, en el País de Bug, en el suroeste de la Gironde. El emperador Diocleciano dividió a finales del siglo III la provincia de la Galia Aquitania en otras tres, Aquitania Primera, Aquitania Secunda y Novempopulania. Esta última se corresponde con la Gascogne, el actual nombre francés de la antigua Uasconia o Vasconia, Wasconia para los francos.
Antes de acabar el siglo V, ya había desaparecido el Imperio romano. El territorio europeo se dividía en múltiples estados, la mayoría originados por distintos pueblos germánicos, asentados sobre una base demográfica y administrativa romana. Hubo excepciones, la más notable, la Vasconia homogeneizada con el catalizador político de la romanidad, que una vez desaparecida la realidad imperial se constituyó como ducado en su territorio ancestral tras la expulsión de los germanos visigodos, quienes establecieron un reino en Hispania, de Aquitania en el año 507 por los francos merovingios y los vascones.
Tras la expulsión de los visigodos, el río Garona se constituyó como la frontera entre el Ducado de Vasconia y el reino de los francos merovingios. Sin embargo, por el sur la situación era diferente, ya que el nuevo reino visigodo de Hispania pretendía reconstruir los límites de las provincias romanas. Se oponían a esta pretensión los vascones. En suma, no sólo se enfrentaban dos pueblos, uno indígena y otro invasor, por el territorio y la soberanía, sino dos formas políticas contrapuestas, las representadas por el derecho pirenaico y el derecho germánico.
Los francos merovingios llamaron Wasconia al territorio de la antigua Novempopulania. Así figura en el mapa del Beato de Saint-Sever, copia del siglo XI de un original del siglo VIII. Las crónicas francas admiten que el territorio del Ducado de Vasconia comprendía no sólo la Novempopulania, sino también la Vasconia al sur de los Pirineos.
En el año 660 se habla de la unión de Vasconia y Aquitania con el gobierno de un duque llamado Félix, al que sucedería en 670 otro llamado Otsoa, Lupo en las crónicas latinas. El gobierno del duque Otsoa debió ser prolongado, ya que hasta el año 710 no hay noticias de un nuevo duque, de nombre Eudón, al parecer, hijo del primero. Las crónicas francas dicen que el duque vascón Eudón, nada más empezar su reinado, tuvo que defender la Vasconia transpirenaica del ataque del rey godo Roderico. Esta circunstancia coincide con las crónicas andalusís, donde se informa de que "cuando Roderico recibió noticia de la invasión [de los musulmanes], estaba en territorio de Pamplona luchando contra los vascones". Aquello aconteció en el año 711.
La frontera Hasta ese momento el ducado de Vasconia y el reino godo de Hispania habían mantenido una oscilante frontera militar, cuya retaguardia, según revela la arqueología, se determina por la presencia de necrópolis de claro carácter guerrero, relacionadas con tipologías aquitanas, que marcan una línea entre Buzaga (Elorz), Pamplona, San Pelayo (Alegría-Dulantzi), Aldaieta (Langraitz Ganboa), en la Llanada Alavesa, y Finaga, en Basauri (Bizkaia). Más al sur se encuentra una zona de complicada orografía, en la que abundan los eremitorios troglodíticos, que podría corresponder a una tierra de nadie, habitada por vascones pero sometida a las incursiones tanto visigóticas, primero, como astures y musulmanas más tarde. Juan Plazaola se pregunta (RIEV 45/2/2000), "¿habrá que pensar que eran precisamente esos eremitorios los que marcaban el limes que quisieron mantener y garantizar los vascones?".
Justamente en Alegría-Dulantzi, en el transcurso de unas excavaciones desarrolladas entre noviembre de 2009 y mayo de 2010, dirigidas por los arqueólogos Miguel Loza Uriarte y Javier Niso Lorenzo, se realizó el hallazgo de los restos de una gran edificación, datada entre los siglos VI y VII, con trazas de haber sufrido saqueos y arrasamientos posteriores. Este edificio sería contemporáneo de los yacimientos citados, perdurando como tal hasta finales del siglo VIII, época en que la Llanada fue objeto de ataques por parte del emirato de Córdoba, y siendo usado como almacén hasta el siglo X. Este hallazgo, en opinión de los arqueólogos, deja constancia de cómo "una vez más ha quedado claro que los habitantes de los pueblos históricos alaveses son la herencia directa de sus antepasados premedievales".
Cambio de tornas Carlos Martel, mayordomo de palacio del reino de Austrasia, acabó con la dinastía merovingia, ejerciendo ilegítimamente como rey de los francos, legando el poder a sus hijos Carlomán y Pipino a su muerte en 741. Antes, en 732, el emir de Córdoba, Abd-el-Rahman, pretendió la conquista de Vasconia-Aquitania y del reino franco. Eudón se vio obligado a pedir ayuda a Carlos Martel y ambos ejércitos vencieron a los musulmanes en las cercanías de Poitiers. A partir de ese momento, las relaciones de Vasconia con los francos fueron cada vez más difíciles, hasta que Carlomagno, hijo de Pipino, quien desde 747 era el único rey de los francos, rebasó el Garona en 769, venciendo al nuevo duque Hunaldo II. Carlomagno intentará también la conquista de la Vasconia surpirenaica, pero será vencido por los vascones en Orreaga en 778.
Los vascones se rebelaron contra los carolingios, una vez más, en 787, encabezados por el duque Adeleriko, pero fueron vencidos en 790. El nuevo rey franco, Ludovico Pío, intentará nuevamente conquistar la Vasconia transpirenaica, siendo derrotado otra vez por los vascones en Orreraga en 823. Esta victoria sería el detonante para la transformación de lo que quedaba del Ducado de Vasconia en reino, bajo el gobierno de Eneko Arista.
La crónica de Eginardo, titulada Vita Karoli Magni, escrita entre 829 y 836, describe los dominios de Carlomagno. "Él mismo [Carlomagno] en memorable guerra sometió primero a Aquitania y a Vasconia y todos los montes Pirineos y hasta el río Ebro, que nace junto a [las tierras de] los navarros". De lo que se deduce que los carolingios consideraban el área descrita como un todo, como un solo país que iba del Garona al Ebro y desde las fuentes de ese río, hasta las del otro en los montes Pirineos y, en segundo lugar, que los vascones rebeldes al poder carolingio, aglutinados en torno a la Iruña de Pamplona, se denominaban a sí mismos navarros.
La crónica de Alfonso III, redactada en la segunda mitad del siglo IX, pero que remite a los hechos del reinado de Alfonso I (739-757), informa de que "Álava, Bizkaia, Alaon (¿Ayala?) y Orduña, ocurre que están poseídas por los suyos, del mismo modo que Pamplona, Deio y la Berrueza". Junto a esa constatación de la independencia y la unidad de los vascones, queda en evidencia la constante presión del reino astur sobre Vasconia a lo largo de todo el siglo VIII, continuadora de la de los visigodos.
En resumen, no es posible entender la historia de las sucesivas entidades estatales navarras, reino de Pamplona, reino de Pamplona y Aragón, reino de Navarra y Corona de Navarra, sin remitirnos a la realidad previa del Ducado de Vasconia, tal como se desarrolla su historia entre los siglos VI y principios del IX.
Así lo entendía Ricardo Corazón de León, duque de Aquitania y rey de Inglaterra, cuando en su testamento, fechado en 1191, legaba a su esposa Berenguela, hija de Sancho VI y hermana de Sancho VII, reyes de Navarra, todas sus posesiones "en Vasconia más allá del Garona".
En Álava, el trabajo de los arqueólogos demuestra la continuidad entre la población tardorromana y la altomedieval. Ahí están los hallazgos del basurero tardorromano de Heredia, publicados por Idoia Filloy; las excavaciones en los despoblados de Aistra y Zornostegi, realizadas por Juan Antonio Quirós y su equipo; los materiales encontrados en la colina de San Pelayo, en Alegría-Dulantzi, no suficientemente estudiados; la necrópolis de Aldaieta, en Langraitz Ganboa, ampliamente investigada por Agustín Azkarate; así como los recientes hallazgos de Miguel Loza y Javier Niso en San Martín de Dulantzi. Unido todo ello a los estudios acerca de la delimitación de un espacio de frontera militar entre Vasconia y la Hispania visigoda, llevados a cabo por Iñaki Martín Viso, Juan Plazaola y Aitzol Altuna, entre otros, estructura el panorama de una realidad histórica hasta hace poco escamoteada, cuando no negada.
Los vascones son un pueblo antiguo, cuyos integrantes que probablemente se llamaban a sí mismos eusko, fueron denominados uasci y ausci por los romanos, lo que originó las denominaciones gentilicias vascón y auskitano o aquitano, así como los nombres de las poblaciones de Auski, actual Auch, Euska/Oska (Huesca) o Viroueska (Briviesca), capital de los autrigones, entre otras. Es de resaltar que es en Aquitania donde se encuentran las manifestaciones escritas más antiguas de la lengua vasca o, por mejor decirlo, protovasca. Actualmente se considera que los distintos pueblos de esta área citados por los cronistas de la antigüedad, entre ellos, Sertorio, Crispo, Varrón, Plinio, Ptolomeo y Estrabón, pertenecían a un tronco común con influencias más o menos grandes de sus vecinos celtas. Todos ellos experimentaron bajo la administración de Roma un proceso aglutinador de cohesión.
La adaptación de estas informaciones de la antigüedad a circunstancias marcadas por el foralismo provocó que no se considerasen relacionados con los vascones más que a aquellos pueblos que encajaban en el marco geográfico de Euskal Herria, es decir, los territorios donde entonces, siglos XVIII-XIX, se hablaba la lengua vasca. Éstos serían los vascones propiamente dichos, los bárdulos, los caristios y los autrigones y los berones. Sin embargo, al margen de que algunos de estos pueblos rebasaban el mapa de Euskal Herria, debe considerarse como pertenecientes al mismo grupo que los vascones -el pirenaico occidental-, a otros pueblos, como los iaketani, los suessetani, los arenosi o los andosinos, así como los de la Novempopulania, es decir, los tarbelii, con capital en Akize/Aquae Tarbellicae/Dax, en las Landas, el Bearn y lo que llamamos Iparralde; los auscii, con capital en Elimberrum (Ilunberri)/Euska/Auch, en el actual departamento de Gers; los bigerrii, con capital en Turba/Tarbes, en Bigorra; los convenae, con capital en Lugdumum/Saint-Bertrand-de- Comminges, en la región de Comminges (Alto Garona); los consorani, en torno a Saint-Lizier, en la comarca del Couserans (Arièja); los lactorates, en torno a Lactura/Lectoure, que ocuparían las comarcas de Lomagne, al norte de Gers, y el Agénois; los elusatii, con capital en Elusa/Eauze, en el Bajo Armagnac; los vassei o vocates, con capital en Cossium/Bazas, en el sudeste de la Gironde; y los boii, con capital en Lamothe/Teich, en el País de Bug, en el suroeste de la Gironde. El emperador Diocleciano dividió a finales del siglo III la provincia de la Galia Aquitania en otras tres, Aquitania Primera, Aquitania Secunda y Novempopulania. Esta última se corresponde con la Gascogne, el actual nombre francés de la antigua Uasconia o Vasconia, Wasconia para los francos.
Antes de acabar el siglo V, ya había desaparecido el Imperio romano. El territorio europeo se dividía en múltiples estados, la mayoría originados por distintos pueblos germánicos, asentados sobre una base demográfica y administrativa romana. Hubo excepciones, la más notable, la Vasconia homogeneizada con el catalizador político de la romanidad, que una vez desaparecida la realidad imperial se constituyó como ducado en su territorio ancestral tras la expulsión de los germanos visigodos, quienes establecieron un reino en Hispania, de Aquitania en el año 507 por los francos merovingios y los vascones.
Tras la expulsión de los visigodos, el río Garona se constituyó como la frontera entre el Ducado de Vasconia y el reino de los francos merovingios. Sin embargo, por el sur la situación era diferente, ya que el nuevo reino visigodo de Hispania pretendía reconstruir los límites de las provincias romanas. Se oponían a esta pretensión los vascones. En suma, no sólo se enfrentaban dos pueblos, uno indígena y otro invasor, por el territorio y la soberanía, sino dos formas políticas contrapuestas, las representadas por el derecho pirenaico y el derecho germánico.
Los francos merovingios llamaron Wasconia al territorio de la antigua Novempopulania. Así figura en el mapa del Beato de Saint-Sever, copia del siglo XI de un original del siglo VIII. Las crónicas francas admiten que el territorio del Ducado de Vasconia comprendía no sólo la Novempopulania, sino también la Vasconia al sur de los Pirineos.
En el año 660 se habla de la unión de Vasconia y Aquitania con el gobierno de un duque llamado Félix, al que sucedería en 670 otro llamado Otsoa, Lupo en las crónicas latinas. El gobierno del duque Otsoa debió ser prolongado, ya que hasta el año 710 no hay noticias de un nuevo duque, de nombre Eudón, al parecer, hijo del primero. Las crónicas francas dicen que el duque vascón Eudón, nada más empezar su reinado, tuvo que defender la Vasconia transpirenaica del ataque del rey godo Roderico. Esta circunstancia coincide con las crónicas andalusís, donde se informa de que "cuando Roderico recibió noticia de la invasión [de los musulmanes], estaba en territorio de Pamplona luchando contra los vascones". Aquello aconteció en el año 711.
La frontera Hasta ese momento el ducado de Vasconia y el reino godo de Hispania habían mantenido una oscilante frontera militar, cuya retaguardia, según revela la arqueología, se determina por la presencia de necrópolis de claro carácter guerrero, relacionadas con tipologías aquitanas, que marcan una línea entre Buzaga (Elorz), Pamplona, San Pelayo (Alegría-Dulantzi), Aldaieta (Langraitz Ganboa), en la Llanada Alavesa, y Finaga, en Basauri (Bizkaia). Más al sur se encuentra una zona de complicada orografía, en la que abundan los eremitorios troglodíticos, que podría corresponder a una tierra de nadie, habitada por vascones pero sometida a las incursiones tanto visigóticas, primero, como astures y musulmanas más tarde. Juan Plazaola se pregunta (RIEV 45/2/2000), "¿habrá que pensar que eran precisamente esos eremitorios los que marcaban el limes que quisieron mantener y garantizar los vascones?".
Justamente en Alegría-Dulantzi, en el transcurso de unas excavaciones desarrolladas entre noviembre de 2009 y mayo de 2010, dirigidas por los arqueólogos Miguel Loza Uriarte y Javier Niso Lorenzo, se realizó el hallazgo de los restos de una gran edificación, datada entre los siglos VI y VII, con trazas de haber sufrido saqueos y arrasamientos posteriores. Este edificio sería contemporáneo de los yacimientos citados, perdurando como tal hasta finales del siglo VIII, época en que la Llanada fue objeto de ataques por parte del emirato de Córdoba, y siendo usado como almacén hasta el siglo X. Este hallazgo, en opinión de los arqueólogos, deja constancia de cómo "una vez más ha quedado claro que los habitantes de los pueblos históricos alaveses son la herencia directa de sus antepasados premedievales".
Cambio de tornas Carlos Martel, mayordomo de palacio del reino de Austrasia, acabó con la dinastía merovingia, ejerciendo ilegítimamente como rey de los francos, legando el poder a sus hijos Carlomán y Pipino a su muerte en 741. Antes, en 732, el emir de Córdoba, Abd-el-Rahman, pretendió la conquista de Vasconia-Aquitania y del reino franco. Eudón se vio obligado a pedir ayuda a Carlos Martel y ambos ejércitos vencieron a los musulmanes en las cercanías de Poitiers. A partir de ese momento, las relaciones de Vasconia con los francos fueron cada vez más difíciles, hasta que Carlomagno, hijo de Pipino, quien desde 747 era el único rey de los francos, rebasó el Garona en 769, venciendo al nuevo duque Hunaldo II. Carlomagno intentará también la conquista de la Vasconia surpirenaica, pero será vencido por los vascones en Orreaga en 778.
Los vascones se rebelaron contra los carolingios, una vez más, en 787, encabezados por el duque Adeleriko, pero fueron vencidos en 790. El nuevo rey franco, Ludovico Pío, intentará nuevamente conquistar la Vasconia transpirenaica, siendo derrotado otra vez por los vascones en Orreraga en 823. Esta victoria sería el detonante para la transformación de lo que quedaba del Ducado de Vasconia en reino, bajo el gobierno de Eneko Arista.
La crónica de Eginardo, titulada Vita Karoli Magni, escrita entre 829 y 836, describe los dominios de Carlomagno. "Él mismo [Carlomagno] en memorable guerra sometió primero a Aquitania y a Vasconia y todos los montes Pirineos y hasta el río Ebro, que nace junto a [las tierras de] los navarros". De lo que se deduce que los carolingios consideraban el área descrita como un todo, como un solo país que iba del Garona al Ebro y desde las fuentes de ese río, hasta las del otro en los montes Pirineos y, en segundo lugar, que los vascones rebeldes al poder carolingio, aglutinados en torno a la Iruña de Pamplona, se denominaban a sí mismos navarros.
La crónica de Alfonso III, redactada en la segunda mitad del siglo IX, pero que remite a los hechos del reinado de Alfonso I (739-757), informa de que "Álava, Bizkaia, Alaon (¿Ayala?) y Orduña, ocurre que están poseídas por los suyos, del mismo modo que Pamplona, Deio y la Berrueza". Junto a esa constatación de la independencia y la unidad de los vascones, queda en evidencia la constante presión del reino astur sobre Vasconia a lo largo de todo el siglo VIII, continuadora de la de los visigodos.
En resumen, no es posible entender la historia de las sucesivas entidades estatales navarras, reino de Pamplona, reino de Pamplona y Aragón, reino de Navarra y Corona de Navarra, sin remitirnos a la realidad previa del Ducado de Vasconia, tal como se desarrolla su historia entre los siglos VI y principios del IX.
Así lo entendía Ricardo Corazón de León, duque de Aquitania y rey de Inglaterra, cuando en su testamento, fechado en 1191, legaba a su esposa Berenguela, hija de Sancho VI y hermana de Sancho VII, reyes de Navarra, todas sus posesiones "en Vasconia más allá del Garona".
jueves, 20 de junio de 2013
EL DOMINIO BERÉBER EN LOS PIRINEOS OCCIDENTALES Y EN EL CANTÁBRICO ORIENTAL
La existencia de euskaldunes musulmanes en la Ribera
Es un hecho cierto que ha habido durante
muchos siglos en las localidades de la Ribera euskaldunes de religión
musulmana lo que no dejará de sorprender a algunos, no tanto por lo
verosímil de la información como por los prejuicios ideológicos y
religiosos que les impiden verlo con normalidad, quizás por la ignorante
y políticamente interesada reducción de lo vasco a la montaña,
impulsada por los conquistadores castellanos desde el siglo XVI.
Los nombres de persona euskéricos
reflejados en la documentación de los siglos XI al XVI de la Ribera
Tudelana recopilados por Jabier Sainz Pezonaga nos dejan constancia de
los nombres de numerosos musulmanes, según acaba de publicar en Fontes
Linguae Vasconum: “Se nos plantea la existencia en la Ribera de
Navarra de moros euskaldunes, de gentes de religión musulmana
vasco-parlantes”. “Nos abre la perspectiva de considerar la pervivencia
del euskera en la Ribera durante los siglos de la dominación musulmana
en convivencia con la lengua árabe y el romance mozárabe”, aunque también habría euskaldunes mozarabes.
A las investigaciones del citado autor
hay que añadir las publicadas en los últimos años por José Mª Jimeno
Jurio, Martín Martínez Saenz de Jubera y Erlanz Urtasun -este último ha
descubierto un pleito de 1535 donde todos los testigos agricultores de
Tudela y comarca afirmaban que para ser veterinario allí era necesario
saber euskera- en fin todos ellos han puesto de manifiesto la existencia
de pruebas irrefutables sobre la continuación del euskara en el Valle
del Ebro incluida su margen derecha durante las épocas, romana, goda y
musulmana.
El Jurado de la Aljama de Tudela el año
1309 era Mahoma Ocharra u Oxarra. Otros moros navarros: Mahoma Ezquerro
en Ablitas, Abarqua en Cortes y Ribaforada, Çuri judío de Tudela, Çurra,
Gazcarro, Caparra, Zatiquero, Barrena, etc. En Ribaforada, Cascante,
Monteagudo, Cintruenigo, Corella, Araciel, Cabanillas, Fustiñana,
Arguedas y Cortes es común el apellido “Navarro” entre los moros de
dichos pueblos. El motivo es su significado étnico-lingüístico. Es
decir, son riberos euskaldunes autóctonos de religión musulmana.
La Vasconia musulmana y su influencia en la historia navarra
La realidad histórica nos muestra que
con los diferentes conquistadores que ha padecido esta tierra se pueden
hacer dos grupos; primero, los que a pesar de todo dejaron como balance
un fortalecimiento político y cultural y también desarrollo económico:
Roma y los musulmanes; segundo, los que por el contrario han ocasionado
una secuela de destrucción y retraso: celtas, visigodos y castellanos.
En esta reflexión nos vamos a detener con los musulmanes.
Desde el punto de vista geopolítico
además de la Navarra reducida existe la Navarra marítima y la Navarra
Norpirenaica o gascona, pero también hubo una Navarra musulmana, o
Vasconia islámica, todo ello dentro del espacio vascón circumpirenaico y
sus cuencas del Ebro y Garona.
La realidad vascona del Alto Valle del
Ebro está acreditada durante toda la época romana, en el siglo V el
escritor de Calahorra Prudencio nos habla del Valle del Ebro vascón, y
también antes, pues la penetración céltica constatada a partir del siglo
VI a. de C. desaparece con Roma en el siglo II a. de C. Esta condición
vascona, política y cultural, no acaba en la época de la vecina Hispania
visigoda, siglos VI y VII, ni después con los musulmanes, siglos VIII a
comienzo del XII. Durante dichos periodos de tiempo no hubo cambios
demográficos reseñables, prácticamente ninguno con las incursiones godas
y pequeños con los musulmanes.
La historiografía en general ha obviado
la influencia que tuvo en el conjunto de Vasconia su ámbito musulmán. No
se ha tenido en cuenta ni se ha estudiado suficientemente el papel de
esta realidad histórica y su repercusión. Hasta el punto de que sin la
presencia de los vascones musulmanizados no sería posible entender la
historia de Navarra.
Hay quienes desde la historiografia
gran-nacional española han querido ver en el Conde Casius, iniciador de
la familia de los muladíes Banu Qasi, a un noble godo. Sin embargo, es
mucho más verosímil, con las fuentes disponibles, que Casius fuese un “possessor” o “rico hombre”,
cuyo asentamiento familiar, por ubicación geográfica y política,
radicaba en la zona de Borja, Tarazona, Alfaro, Cascante y Calahorra,
que hundía sus raíces entre los romano-vascones del Valle del Ebro.
Casius a la llegada de los musulmanes al
Valle del Ebro abrazó su religión, siendo el origen de la familia Banu
Qasi, pero siguió manteniendo las intensas relaciones políticas y de
parentesco con los demás dirigentes vascones vecinos. Casius estableció
juramento de fidelidad con los Califas Omeyas de Damasco a donde se
trasladó personalmente, vínculo que se mantuvo durante doscientos años
hasta la caída de los Omeyas de Córdoba lo que coincide también con el
fin de los Banu Qasi.
La viuda del padre de Eneko Aritza, se
casó con el Banu Qasi Fortun ben Fortun, por lo que Eneko Aritza primer
rey de Pamplona y Muza ben Muza señor de los riberos musulmanes eran
hermanos. Este pequeño “reino” musulmán actúa formando parte
del emirato y a veces de forma casi independiente. En el año 824 al
proteger a los vascones de Pamplona del califato cordobés, se hizo
posible la consolidación del Reino de Pamplona frente al expansionismo
franco. Primero Muza ben Fortún y después Muza ben Muza al mando de la
Vasconia musulmana fueron el apoyo más eficaz de Eneko Aritza en el
nacimiento y consolidación del Reino de Pamplona.
Los tudelanos y Sancho III el Mayor
El episodio, que ha llegado hasta
nosotros relatado por un testigo, que se recoge en la dajira de Ibn
Bassam, nos deja constancia de cómo los tudelanos en tiempo de Sancho
III el Mayor, desobedeciendo al regulo de Zaragoza, y defendiendo los
intereses del citado rey de los vascones, cortan el paso al Conde de
Castilla que se dirigía a establecer una alianza con el Conde de
Barcelona contra Navarra: Pero las gentes de Tudela, entonces
altivos y poderosos, desaprobaron aquello y decidieron contrariarle para
evitar el baldón [de dejar pasar al Conde], que enterado de todo esto,
cuando estuvo cerca de la ciudad, envió mensajeros para convocar a una
comisión de sus notables con los que hablaría en el camino”. Pero
la mayoría de los tudelanos considerándolo enemigo quiso atacarle y el
castellano Sancho les repelió. Entonces los musulmanes riberos se
encerraron tras sus murallas y el Conde de Castilla siguió su camino.
Las informaciones que proporcionan las
fuentes musulmanas hablan de la llegada de habitantes a Tudela para
repoblarla procedentes de las localidades de su entorno, de la misma
Cascantum pues como señala Juan José Bienes Calvo los restos
arqueológicos que abundan en el subsuelo de la ciudad nos retrotraen a
la I Edad del Hierro, y a toda la época romana, sin solución de
continuidad, afirmando que la Caiscata indígena estaba en Tudela y que
sólo cuando se trazó la calzada romana del Valle del Ebro se trasladó a
la nueva Cascantum en el mismo Valle del Queiles, quedando la población
anterior dependiendo del Cascantum, Municipio Latino Viejo.
La primera noticia sobre Tudela es del
momento en que los vascones de Pamplona quizás dominados temporalmente
por los francos, aliados con los Banu Qasi atacan el año 802-3 “Madinat Tutila”, a la que toman y hacen prisionero a su emir Yusuf ben Amrus ben Yusuf.
En el Cerro de Santa Bárbara se alzaba
el alcazar musulmán, transformado posteriormente por los reyes de
Navarra en castillo y palacio. Durante el siglo XVI tras la conquista
española fue derribado en gran parte. Al mismo tiempo que eran
perseguidos y aún expulsados a África, aquellos musulmanes euskaldunes
originarios de la Ribera, aunque otros muchos se convirtieron al
cristianismo por las conminaciones de la Inquisición. Todo ello puede
explicar la mayor resistencia a la conquista castellana que tuvo la
merindad de Tudela.
Las construcciones musulmanas cuyos
restos arqueológicos están apareciendo dan fe de la importancia de
Tudela. Así los elegantes roleos de su Mezquita Mayor, encontrados en
la actual catedral que la reemplazó, fueron el cercano modelo de los
numerosos roleos, así como otros motivos y decoraciones arquitectónicas,
entremezclados con canecillos y modillones que adornan prácticamente
todas las iglesias románicas de la Navarra cristiana.
Por mucho que algunos se empeñen en
tergiversar estos hechos con la intención de apuntalar la impostura
historiográfica gran-nacional española y francesa, la historia es
sencillamente la realidad.
Tomás Urzainqui Mina
Como epílogo quiero mencionar de forma muy breve el caso de la necrópolis de Aldaieta,
en Álava (todo un clásico en este blog, aunque nunca le hemos dedicado
una entrada monográfica y eso es algo que va a cambiar pronto...),
fechada entre los siglos VI y VII d. de C. y en donde los análisis de ADN mitocondrial antiguo
detectaron la presencia de marcadores genéticos de origen norteafricano
en dos individuos, muy probablemente emparentados. Las fechas manejadas
para el yacimiento permitieron a los autores del estudio presentar esos
resultados como la prueba de una llegada de gentes del Norte de África a
la Península con anterioridad a la invasión de 711. Sin embargo y como
veremos en una próxima entrada, en este momento esa afirmación ha de
ponerse en cuarentena.
martes, 18 de junio de 2013
VASCONES, ALIADOS DE LOS ROMANOS CONTRA CÁNTABROS Y ASTURES, CAPÍTULO II
http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=3177295
¿Vascones en las filas romanas durante el Bellum Cantabricum?La moneda-colgante del Campo de Las Cercas (Cantabria)
- Autores: Antxoka Martínez Velasco
- Localización: Zephyrus: Revista de prehistoria y arqueología, ISSN 0514-7336, Nº 64, 2009 , págs. 133-139
- Títulos paralelos:
- Vascones in the Roman army during the Bellum Cantabricum?: The coin pendant appeared in Campo de Las Cercas (Cantabria)
-
Resumen
- españolEntre
las monedas recuperadas en el campamento romano de El Campo de Las
Cercas, se encuentra un denario perforado emitido por una ceca vascona.
Se propone su identificación como colgante de un auxiliar de procedencia
vascona que participó en las Guerras Cántabras.
- EnglishA
Vasconian coin recovered from the Roman military camp known as El Campo
de Las Cercas is interpreted as a hanging object used by a Vasconian
auxiliary during the Cantabrian Wars.
- españolEntre
las monedas recuperadas en el campamento romano de El Campo de Las
Cercas, se encuentra un denario perforado emitido por una ceca vascona.
Se propone su identificación como colgante de un auxiliar de procedencia
vascona que participó en las Guerras Cántabras.
VASCONES, ALIADOS DE LOS ROMANOS CONTRA CÁNTABROS Y ASTURES CAPÍTULO I
Hibai Castro graba el ‘lapidem’, la piedra funeraria que describe los méritos de Mocconio, funcionario de Roma.
http://www.deia.com/2013/06/04/ocio-y-cultura/que-mundo/roma-domuit-vascones
Roma domuit vascones
Roma domuit vascones
Una lápida ratifica que los vascos estuvieron sometidos al Imperio Romano
BILBAO
AÑO 2012 d. C. Se rueda un documental con romanos y vascones de por medio. ¿Por qué? Porque dos asociaciones culturales de Bilbao (Ibaizabal Mendebalde y Zenbat Gara) se afanan desde hace tiempo en sacar adelante un proyecto faraónico: Euskara Jendea (La historia de nuestra lengua, la lengua de nuestra historia), una serie de seis documentales que mostrará los orígenes y el devenir de un pequeño pueblo y de un idioma que ha sobrevivido en el mismo lugar durante milenios. Se trata de la versión audiovisual del libro Vascos, escrito por Xamar.
Volvemos a 2012. Los responsables de Euskara Jendea están en plena faena, rodando el segundo de los documentales, En el Imperio Romano, y mientras investigan se encuentran con una lápida curiosa, escrita en honor a Caius Mocconious Verus (Mocconio Vero), funcionario de Roma que, entre otras cosas, realizaba censos para el Imperio. En la piedra se glosan los méritos del tal Vero, entre los que figura el haber realizado un censo en 24 ciudades vasconas y várdulas. Se dispara el asombro entre el equipo de Euskara Jendea, que es consciente de que está ante una pieza única que despeja dudas sobre un tema manido pero sumamente delicado: ¿cedieron los vascones ante el empuje del águila romana? La losa del tal Vero ratifica lo que algunos ya sabían: sí.
El equipo de Euskara Jendea mostró ayer imágenes inéditas de la citada lápida, que nos transporta al siglo I o II antes de Cristo. "Roma hacía censos y en ellos recogía información de los ciudadanos, y eso significa que esas ciudades estaban sometidas al Imperio", explicaba ayer en Bilbao Mertxe Urteaga, directora del Museo Romano Oiasso. Ella fue quien puso a los promotores de Euskara Jendea tras la pista de la lápida. "Nos señaló la existencia de esta losa y decidimos buscarla", apuntaba ayer Hibai Castro, uno de los responsables del proyecto.
Aunque la lápida se encontró hace años en Roma, su pista se había perdido, hasta que dieron con su rastro en una investigación epigráfica de la arqueóloga italiana Laura Chioffi. Ella fue quien les dijo que la lápida estaba en el Museo Louvre de París. "Nos fuimos para allá y encontramos la pieza en el almacén de Saint Denis, allí donde van a parar todas las piezas que no tiene cabida en el Louvre", abundaba Castro.
El Museo Oiasso ya ha comenzado los trámites para traer la pieza a Euskal Herria. "El hecho de que Mocconio Vero censara esas 24 ciudades y dejara testimonio de ello tiene un enorme valor histórico", explicaron los responsables de Euskara Jendea. Eso sí, no será fácil conocer la razón que llevó al tal Vero a realizar los censos, pero, según Urteaga, lo más interesante es el número de ciudades censadas: "La Guía Geográfica de Ptolomeo (100-170 d. de C.), contemporáneo de Mocconio, también recoge 24 ciudades, y este último hallazgo no hace más que corroborar lo que detalló Ptolomeo". Este hallazgo refuerza una paradoja que sigue asombrando a historiadores y lingüistas: los romanos controlaron Vasconia por completo, pero los vascos mantuvieron su lengua, cuando muchas otras desaparecieron.
Poco que ver, por tanto, con la aldea irreductible (¡oh, Astérix el Galo!), con guerras interminables y enconadas resistencias. Roma veni, vidi, vici, y explotaron las riquezas de nuestro territorio durante cinco siglos. Quien albergue dudas al respecto puede pasarse un día por el Museo Oiasso, en Irun, donde se recoge de forma precisa (y preciosa) el paso de las legiones del águila por nuestra geografía, que se extendía entonces desde el río Garona hasta Calahorra y más allá.
AÑO 2012 d. C. Se rueda un documental con romanos y vascones de por medio. ¿Por qué? Porque dos asociaciones culturales de Bilbao (Ibaizabal Mendebalde y Zenbat Gara) se afanan desde hace tiempo en sacar adelante un proyecto faraónico: Euskara Jendea (La historia de nuestra lengua, la lengua de nuestra historia), una serie de seis documentales que mostrará los orígenes y el devenir de un pequeño pueblo y de un idioma que ha sobrevivido en el mismo lugar durante milenios. Se trata de la versión audiovisual del libro Vascos, escrito por Xamar.
Volvemos a 2012. Los responsables de Euskara Jendea están en plena faena, rodando el segundo de los documentales, En el Imperio Romano, y mientras investigan se encuentran con una lápida curiosa, escrita en honor a Caius Mocconious Verus (Mocconio Vero), funcionario de Roma que, entre otras cosas, realizaba censos para el Imperio. En la piedra se glosan los méritos del tal Vero, entre los que figura el haber realizado un censo en 24 ciudades vasconas y várdulas. Se dispara el asombro entre el equipo de Euskara Jendea, que es consciente de que está ante una pieza única que despeja dudas sobre un tema manido pero sumamente delicado: ¿cedieron los vascones ante el empuje del águila romana? La losa del tal Vero ratifica lo que algunos ya sabían: sí.
El equipo de Euskara Jendea mostró ayer imágenes inéditas de la citada lápida, que nos transporta al siglo I o II antes de Cristo. "Roma hacía censos y en ellos recogía información de los ciudadanos, y eso significa que esas ciudades estaban sometidas al Imperio", explicaba ayer en Bilbao Mertxe Urteaga, directora del Museo Romano Oiasso. Ella fue quien puso a los promotores de Euskara Jendea tras la pista de la lápida. "Nos señaló la existencia de esta losa y decidimos buscarla", apuntaba ayer Hibai Castro, uno de los responsables del proyecto.
Aunque la lápida se encontró hace años en Roma, su pista se había perdido, hasta que dieron con su rastro en una investigación epigráfica de la arqueóloga italiana Laura Chioffi. Ella fue quien les dijo que la lápida estaba en el Museo Louvre de París. "Nos fuimos para allá y encontramos la pieza en el almacén de Saint Denis, allí donde van a parar todas las piezas que no tiene cabida en el Louvre", abundaba Castro.
El Museo Oiasso ya ha comenzado los trámites para traer la pieza a Euskal Herria. "El hecho de que Mocconio Vero censara esas 24 ciudades y dejara testimonio de ello tiene un enorme valor histórico", explicaron los responsables de Euskara Jendea. Eso sí, no será fácil conocer la razón que llevó al tal Vero a realizar los censos, pero, según Urteaga, lo más interesante es el número de ciudades censadas: "La Guía Geográfica de Ptolomeo (100-170 d. de C.), contemporáneo de Mocconio, también recoge 24 ciudades, y este último hallazgo no hace más que corroborar lo que detalló Ptolomeo". Este hallazgo refuerza una paradoja que sigue asombrando a historiadores y lingüistas: los romanos controlaron Vasconia por completo, pero los vascos mantuvieron su lengua, cuando muchas otras desaparecieron.
Poco que ver, por tanto, con la aldea irreductible (¡oh, Astérix el Galo!), con guerras interminables y enconadas resistencias. Roma veni, vidi, vici, y explotaron las riquezas de nuestro territorio durante cinco siglos. Quien albergue dudas al respecto puede pasarse un día por el Museo Oiasso, en Irun, donde se recoge de forma precisa (y preciosa) el paso de las legiones del águila por nuestra geografía, que se extendía entonces desde el río Garona hasta Calahorra y más allá.
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